RELATOS CORTOS – EL FUTURO
EL FUTURO
16 de agosto de 2030
Estoy sentado en una maravillosa terraza cerca del mar. El clima es agradable, hace calor, pero no resulta agobiante. El sol, sin reparos, ilumina los cuerpos que, tumbados en la arena, disfrutan de su caricia.
Me fijo en dos muchachas, sobre todo en una de ellas, que son realmente bellas. Sus cuerpos esculturales están cubiertos solo por unos pocos centímetros de tela que cubren nada más que lo necesario, para no dejar nada a la imaginación.
No puedo, ni deseo hacerlo, apartar mis ojos de sus preciosos pechos, cuyos pezones pugnan por aflorar de esos minúsculos triángulos de tela que escasamente los cubren. Siento cierta excitación.
De repente un hombre tremendamente musculado y con aparente mala catadura se acerca a las dos jóvenes y, sin mediar palabra, coge por el brazo a aquella que es la diana de mis miradas y la levanta de un tirón…
La joven, horrorizada, nota las manos de aquel energúmeno recorriendo sin ningún pudor todos los rincones de su cuerpo… Después de un instante que me parece eterno, la chica lanza un alarido de pavor.
Nadie reacciona, simplemente observan la escena durante un instante y se recuestan de nuevo para disfrutar del sol… Aquello no va con ellos.
No puedo contener mi rabia y salgo disparado de la terraza. Me dirijo con rapidez hacia el mastuerzo que sigue sobándola. Sin pensarlo más, le propino una brutal patada en una rodilla. Cae sobre la arena, pero en un instante se levanta y viene contra mí. Le recibo con un soberbio puñetazo en sus estúpidos morros, que comienza a sangrar…
Pocos minutos después mi rapidez de movimientos, mi agilidad y la contundencia de mis golpes, a pesar de mi menor envergadura, acaban con la resistencia del enorme cernícalo que, derrotado, se desploma a mis pies.
La muchacha, ya liberada de aquel patán, va recobrando su compostura y con lágrimas en su rostro, me da las gracias. Le ofrezco tomar algo, que la ayude a recobrarse y, ante mi estupor, acepta complacida mientras me sonríe.
Nos vamos a la terraza que hace unos minutos he abandonado para protegerla y le pido un gin-tonic… Poco tiempo después, está acariciandome y confiesa que me desea. Siento una incipiente erección y la invito a venir a mi casa… Asiente y me besa en los labios intensamente…
Justo entonces, se produce el apagón. Ese apagón que tanto tiempo llevan pronosticando… Cabreado, me saco las gafas de realidad virtual, que ya no me permiten disfrutar de mi metaverso… Observo mi cuerpo flácido, falto de ejercicio y de una buena alimentación… la erección de mi pequeño miembro ha desaparecido y, entonces, rompo a llorar… Mi abuelo tenía razón cuando decía que tantos aparatos nos convertirían en absurdos amasijos de carne.
El Futuro – Serie relatos cortos – Copyright © Montserrat Valls y Juan Genovés