RELATO CORTO PARQUE DE ATRACCIONES
PARQUE DE ATRACCIONES
Hoy he amanecido comunicativo y me gustaría, si me lo permitís, contaros algunas experiencias de mi paso por aquí. Cuando era pequeño me encantaba ir a los parques de atracciones. Me gustaban las atracciones más “fuertes”.
Recuerdo aún con emoción la primera vez que me llevaron al Tibidabo. Quise subir a la Atalaya, a la Noria, a las Voladoras del enorme Tiovivo y también en el Avión. Mi padre me acompañó en los autos de choque que fueron así mismo una gozada.
Me di cuenta pronto que las atracciones de mayor intensidad me provocaban una gran excitación, que me hacía sentir más vivo. Eso, en el fondo, es lo que me producía placer.
Me gustaba ver también los Autómatas, pero, aunque me divertía con ellos, no sentía la misma excitación.
Años después cuando abrieron un parque de atracciones en Montjuic, aún lo disfruté más. Había atracciones muchísimo más fuertes que las del Tibidabo. Un Montaña Rusa que tenía unas bajadas que, por aquel entonces, te hacían subir el estómago a la boca.
O el Martillo, que era un habitáculo haciendo las veces de cabeza de un martillo sujeto a un largo mástil que le daba apariencia de su nombre al artilugio. Se movía como tal a toda velocidad conduciendo a la cabina con dirección al suelo, para detenerse de golpe un instante antes de aporrearlo y de nuevo hacia arriba.
Y muchas otra más que hacían las delicias, no solo mías, sino de todo el mundo que subía en ellas… excepto quizá de algunos padres, que debido a la edad de sus hijos eran obligados a subir con ellos, sin que les apeteciera demasiado.
Pero bueno, el no va más surgió con la aparición de los parques temáticos donde atracciones como el Dragón Kan, te conducían a velocidades temerarias por una especie de montaña rusa en la que muchas veces estabas cabeza abajo, en lo que llamaban “loops”. Por aquel entonces ya sabía que lo que conocíamos como adrenalina, era la responsable de la excitación que percibía.
Tal vez los parques de atracciones fueron en parte los causantes del epicureísmo, que durante años me acompañó.
Practicar deportes con cierto riesgo como las artes marciales, el esquí, el parapente suplieron en mi juventud, casi ya madurez, las sensaciones que me producían los parques.
Pero el tiempo, implacable, va cambiando las cosas. La muerte de personas importantes para mí, por ley de vida, comenzó a aparecer. La salud empezó a no ser tan perfecta. Tomar conciencia del mundo que me rodeaba, aún fue peor.
Envidias, mezquindades, traiciones… dirigentes y políticos cuya única ambición era enriquecerse y acumular poder, aunque para lograrlo tuvieran que perjudicar, hacer pasar hambre o enviar a la muerte, solo para seguir medrando, a aquellos que los habían elegido.
Me di cuenta de que debería lidiar con enfermedades, tal vez incluso con alguna guerra. Eso me llevó a renunciar a una parte fundamental del epicureísmo: comencé a sentir temores… a la enfermedad, a la muerte, a la pérdida de las personas que formaban parte de mi existencia.
Eso me llevó a no disfrutar tanto, ya que incluso empecé a sentir temor al riesgo y por ello me resultaba más difícil experimentar placer.
Hasta que finalmente olvidé la esencia de esta filosofía que había guiado mi vida, en la que el placer es su único objetivo intrínseco, junto con el concepto de que la ausencia de dolor y miedo constituye el mayor placer.
Después llegó la pandemia y todavía resquebrajó más la seguridad para afrontar la vida, pero aún y así, seguí proponiéndome retos y eso me permitió seguir hasta los 103, en que tuve que marchar… Bueno, me refiero a morir.
Os preguntaréis que, si estoy muerto, como puedo contaros todo esto… Simplemente quiero, a los pocos que me leáis, haceros partícipes de algo que yo sé y vosotros no…
Donde estoy ahora, es todo tan perfecto, genial y luminoso que, en ocasiones necesitamos de algún estimulo digamos “menos perfecto”. En estas ocasiones podemos disfrutar de un fin de semana en un parque de atracciones.
Tenemos varios donde elegir, pero a mí y a la mayoría, el que más nos atrae es La Tierra. Sí me refiero ahí donde estáis vosotros ahora. ¡Ah!, me olvidaba para que lo entendáis un poco mejor, un fin de semana nuestro, equivale como a unos ochenta años vuestros… Sí, a toda una vida.
Si lo hacemos bien vamos obteniendo bonus que nos permiten prolongar un poco la estancia y si lo hacemos mal, recibimos faltas que acortan el tiempo de permanencia.
Si sois capaces de entenderlo, vosotros… Síiii… Todos vosotros estáis haciendo uso de este parque y cuando acabe vuestro fin de semana regresaréis.
Mientras estáis ahí, no recordáis nada de lo que os estoy contando, pero al volver gozáis plenamente de la experiencia vivida, con esas imperfecciones que son las que aportan el ingrediente placentero. Incluso las peores cuando las recordéis al volver, si habéis interactuado y luchado por vencer los sinsabores, os proporcionaran placer.
Me diréis que lo que cuento, no tiene sentido ya que hay personas que mueren muy jóvenes o hasta incluso siendo bebés. Esto pasa porque de vez en cuando, alguno de nosotros no aguanta más la perfección y sin poder esperar al fin de semana que le corresponde, se escapa.
Generalmente, en unos pocos segundos, a veces minutos y en escasísimas ocasiones horas, se les localiza y se les obliga a regresar…
Claro que en tiempo vuestro han podido ser horas, días e incluso algunos años. Además, estos casos sirven para que otros, por ejemplo, los padres del bebé, niño o joven que se ha de ir, obtengan su dosis de sufrimiento.
Pero repito, aquí donde estoy ahora se vive muy bien, aunque la verdad es que ya estoy haciendo planes para aprovechar al máximo el próximo fin de semana que me corresponda ir a un parque de atracciones.
Recuerdo con especial cariño, el primer fin de semana que me correspondió. Tuve la suerte de ser perseguido por un tiranosaurio rex… De hecho, años después acabé abatido por un pterodáctilo. Se ve que debí hacer algo mal, porque no completé el fin de semana, tuve que regresar incluso antes de terminar el sábado…
Os podría contar cuando hice de gladiador, pero me parece que ya os he aburrido lo suficiente… Nos vemos el próximo fin de semana que me toque… Hasta entonces sufrid todo lo que podáis. Luego el recuerdo, os servirá para disfrutar de una excitante alegría… Besos y abrazos.
Parque de Atracciones – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés