BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD
Roberto, desde su más tierna infancia, siempre había imaginado su vida de adulto llena de felicidad. Había nacido a las 00.00:01h del día 1 de enero del año 2000. Todo el mundo le había dicho que eso era un augurio de buena suerte. Tal vez por eso, sabía que debía ser feliz.
Cuando sus padres, durante una etapa de la vida, pasaron ciertas penurias económicas y los vio llenos de preocupaciones y angustia, decidió que se formaría lo mejor posible para ganar la mayor cantidad de dinero posible.
Se esforzó en la escuela, también en el bachillerato y finalmente, ya en la universidad, cursó la carrera de ingeniero de sistemas. En 2025 ya había conseguido un buen trabajo, en el que muy poco después empezaron a reconocerle su buena labor y su prodigiosa inventiva.
Un año más tarde, tenía un cargo de responsabilidad y dirigía un equipo de diez personas y, en poco, tiempo logró subir a lo más alto que se podía aspirar dentro de la empresa y su salario era verdaderamente brutal. Se sentía privilegiado. No le faltaba nada, pero no sentía la añorada felicidad.
Pensó que era el momento de buscar a alguien con quien compartir su vida. Tal vez con ello, pensó, se sentiría feliz.
Además de ganar mucho dinero era bastante atractivo, por lo que no le resultaba difícil encontrar chicas con las que iniciar una relación, pero pocos días después de iniciar una relación, se daba cuenta de que no encajaba con la persona que tenía a su lado. Eso le generó un mayor sentimiento de infelicidad y se volcó plenamente en su trabajo.
Sus padres comenzaron a preocuparse, no le veían disfrutar de la vida ni con nada. Entonces su madre habló con su padre y le propuso que en las vacaciones fueran a su pueblo. Un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios, que casi ya estaba sin habitantes y al que ellos mismos, hacía años que no iban.
—¿Quién sabe…? —respondió el hombre. —Tal vez allí desconecte y alcance una nueva perspectiva de la vida.
—O que se aburra como una ostra, pero por probar no se pierde nada. —le respondió ella.
—Pero ¿Cómo se lo enfocamos? Si le decimos que venga al pueblo, él pensará que tiene mejores cosas que hacer.
—No te preocupes, se lo pediré yo como un favor, con la excusa de que, como estoy muy orgullosa de él, quiero presentárselo a los conocidos que me quedan allí. Y que si quiere, que después de unos días se vaya… a ver qué pasa.
Por la noche se lo dijo a Roberto que, aunque le pareció que sería de un aburrimiento bestial, no supo negarle el gusto a su madre.
Llegaron las vacaciones y Roberto en su llamativo último modelo de BMW, cargó a sus padres y todo el equipaje y, un tanto cariacontecido, puso rumbo hacia Almazorilla de Abajo.
Al día siguiente, después de haber dormido en el desvencijado hostal de una población cercana se dirigieron hacia el pueblo. Nada más llegar al primero que fueron a ver fue al tío Paco. En realidad, no era familia, pero para todo el mundo era el tío Paco.
Llamaron a la puerta y para sorpresa de Felisa, la madre de Roberto, en lugar de la voz cascada del tío Paco sonó una aterciopelada voz femenina, que de lejos dijo: —¿Quién es?
—Soy Felisa, vengo con mi marido Jesús y mi hijo Roberto para ver al tío Paco.
La puerta se abrió y una encantadora muchacha de unos veintipocos años les franqueó la entrada.
—Pasen, por favor. Mi abuelo no se encuentra demasiado bien. Está en cama, ahora iré a ver si está con ánimos de verlos. Tal vez le vaya bien para animarse.
Al cabo de unos instantes la chica aparece nuevamente y les invita a pasar a la habitación de su abuelo.
Roberto entonces dice: —Si el hombre no se encuentra bien, no me parece el mejor momento para que me presentéis. Quizá mejor que yo no entre. Lo que tú prefieras mamá.
Felisa lo piensa durante un momento y asiente con la cabeza diciendo: —Según como esté le pregunto si se encuentra con ánimos…
—De acuerdo mamá.
—Los acompaño —dice la joven y al momento dirigiéndose a Roberto le comenta, —enseguida vuelvo y si le apetece le pongo algo para picar.
—No se moleste. —le responde Roberto con una encantadora sonrisa. La joven se sonroja levemente.
Al cabo de un momento, la muchacha regresa y se dirige de nuevo al joven —¿le pongo algo? —le pregunta con una hermosa sonrisa en los labios.
Roberto la mira y tarda unos instantes en reaccionar. —No, no te preocupes… ¿no te importa que te llame de tú?, ¿verdad? Por cierto, soy Roberto, y tú ¿cómo te llamas?
—Yo Elena responde totalmente azorada.
—Un placer Elena, —le responde al tiempo que se acerca a ella y la besa en una mejilla.
Totalmente sonrojada le devuelve el ósculo mientras acierta a balbucear —Igualmente.
Medio año después, ambos, están casados y esperando su primer hijo.
Roberto por primera vez siente algo parecido a la felicidad, aunque no es como lo había imaginado. Se da cuenta de que no tiene apenas tiempo para estar con ella y no lo tendrá tampoco para estar con su hijo. Pero sabe que debe seguir trabajando duro para poder darles todo lo que se merecen.
El tiempo pasa y con ello los logros profesionales de Roberto se incrementan. A mediados de 2028, la empresa le propone un nuevo reto: desarrollar un sistema de Inteligencia Artificial capaz de crear software sin ayuda humana.
Un año y medio más tarde, Roberto orgulloso y satisfecho de su creación, presenta su programa de IA a la gerencia de la empresa.
El desarrollo que ha efectuado prácticamente funciona con solo indicarle para que se precisa el software. Entonces el sistema en cuestión de minutos, entrega un programa totalmente funcional. Los componentes del consejo de administración de la empresa están alucinados y locos de alegría.
Roberto les comenta que aún quedan algunos flecos por resolver y que en breve el sistema será capaz de aprender por sí mismo y buscar los datos y lenguajes que precise para poder desarrollar los programas más sofisticados y novedosos.
En 2032, está ya plenamente operativo y siendo capaz de realizar en minutos trabajos que un desarrollador de software tardaría meses e incluso años. Es tan perfecto el sistema que ha logrado Roberto, que medio año más tarde, la empresa decide que puede prescindir de sus servicios.
Roberto llega a su casa desolado y le cuenta a Elena lo sucedido y esta le dice: —No te preocupes Roberto, seguro que será positivo para ti.
—¿Cómo quieres que sea positivo? ¡Voy a dejar de ganar lo que ganaba! Además, ahora con la IA, las cosas están cada vez más difíciles.
—Con la indemnización que te han dado, podemos vivir tranquilamente varios años y estoy segura de que aun trabajando como freelance vas a ganar incluso más…
Pasan los meses y la realidad es que Roberto no encuentra trabajo, ni tampoco encargos como freelance. Cada vez se siente más deprimido e infeliz. Sin embargo, piensa el joven, Elena cada día está más animada, o por lo menos es lo que aparenta para que no me deprima aún más.
La semana siguiente Elena recibe un email de unos abogados, donde le comunican la muerte de su abuelo y que ella es su heredera. Se siente fatal, había pasado mucho tiempo desde la última vez que fueron a verle. El pobre hombre estaba completamente solo… De repente se le ocurre una idea.
—Roberto, —le dice a su marido —hemos de ir al pueblo. Mi abuelo ha muerto y al parecer soy su heredera. La herencia es lo de menos, no creo que tuviera gran cosa, pero me gustaría visitar el cementerio donde está enterrado. Parece que murió hace quince días, pero ningún vecino tenía nuestro teléfono para avisarnos.
El joven, aunque no se encuentra con demasiados ánimos para viajar, accede de inmediato. Sabe que tío Paco era importante para su mujer y había transcurrido más de medio año desde la última vez que le vieron.
Además, ¿por qué no? Era una ocasión perfecta para durante unos días olvidarse de todo y disfrutar de su mujer y su hijo, al que había llamado Francisco en honor del tío Paco.
Una vez están en Almazorilla de Abajo, Elena, comienza a poner en marcha el plan que ha urdido. Empieza a hacer las gestiones de la herencia y con esta excusa le dice a su marido: —Nos tendremos que quedar aquí por un tiempo, hasta que solucione todas las cosas de la herencia.
—Pero ¿y si me sale algún trabajo? —cuestiona Roberto.
—Puedes hacerlo desde aquí. Compraremos un ordenador y pediremos que nos instalen conexión a Internet. De hecho, tanto da desde donde trabajes. Yo también trabajaré online.
Pocos días después, un proveedor de su abuelo, se presenta con un cargamento de semillas, abono y algunas gallinas, conejos y una pareja de cerdos.
Elena le recibe y le dice, (tal como habían quedado previamente con él): —Me sabe muy mal, pero mi abuelo ha muerto y no me interesa nada de todo esto.
—Mire usted, —(responde según el guion que entre ambos habían preparado) —Esto a mi no me incumbe. Todo esto está pagado, (Elena se lo había pagado por anticipado cuando habló con él), yo se lo dejo aquí y ya se espabilarán.
—¡Pero oiga! ¿Y que hago yo con los animales?
—Póngalos a la venta. Entretanto como también le he traído pienso para varios meses, si no quieren que se mueran, denles de comer.
El hombre comienza a descargar todo en medio del terreno, por cierto, bastante grande que pertenece a la finca, bajo la atónita mirada de Roberto y la aparente extrañeza de Elena.
La cuestión es que Elena convence a Roberto para que mientras encuentran un comprador, deberán ocuparse de los animales. No se les puede dejar morir.
Al cabo de pocos días, Roberto ha adquirido una gran destreza para tratar con aquellos cariñosos animales que con su mirada y actitud le agradecen la comida y el agua, que a diario les proporciona.
Entre tanto Elena, le ha comentado que, mientras consigue comprador para ellos, comenzarán a sembrar la tierra. El abuelo la había dejado desbrozada y con los surcos para plantar e iba a resultarles fácil de hacer. (De hecho, ella había encargado a través del proveedor que lo hicieran).
Pocos meses después, al empezar a brotar el cultivo, Roberto lo miraba con satisfacción y se sentía mejor de lo que nunca se había sentido.
Nadie volvió a hablar de marcharse, tanto Roberto como Elena habían encontrado su lugar en el mundo rural, como ella pensó que podía suceder.
Roberto estaba plenamente feliz. Disponía de tiempo para su mujer y su hijo. Hacía algo que le estaba apasionando y, además, ganaban lo suficiente para vivir.
Entonces se dio cuenta de que sus padres no habían sido desgraciados, lo que sucedía simplemente es que la vida, a veces, trae amarguras y tristezas, pero esto no presupone ser desgraciado.
También vio con claridad que su búsqueda de la felicidad, por medio del dinero, no había sido más que una falacia… la felicidad es simplemente vivir y aceptar lo que la vida nos depara sin dejar de lado lo realmente importante que son las personas que queremos y el tiempo para disfrutar de ellos y de la propia vida.
Búsqueda de la Felicidad – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés