Satisfacción

RELATO CORTO SATISFACCIÓN

SATISFACCIÓN

Robert, al levantarse aquella mañana, estaba circunspecto. Peter le había encargado a él, que hablara con el Sr. Campbell, el CEO de Preserved Foods Ltd.

Debe explicarle todas las ventajas de la máquina que le queremos vender para sus factorías de conservas y Peter ha creído que debía hacerlo él, ya que era quien la había diseñado.

Era un muy buen ingeniero y además tenía una buena experiencia en el uso de inteligencia artificial, pero hablar con la gente no era su fuerte, generalmente era el trabajo de Peter.

Además, cuando alguna vez había tenido que hablar con algún cliente, invariablemente le aparecía una fuerte picazón en algún lugar del cuerpo.

“Bueno” —pensó para sí, tratando de darse ánimos— “si me pasa me rasco y punto”.

Miró su reloj y vio que no podía perder el tiempo. Se arregló, desayunó frugalmente y después de despedirse de su mujer se metió en el coche y se fue para el despacho.

Al cabo de media hora escasa de haber llegado, Peter fue a buscarle. Vamos Robert, el Sr. Campbell ya está esperándonos en la sala de reuniones.

Cuando llegaron Peter hizo las presentaciones y, acto seguido le dijo al Sr. Campbell: —Robert le informará sobre cualquier duda que pueda tener. Tal como le he dicho, él es quien ha diseñado la máquina, que permite obtener el mejor aprovechamiento de las piñas americanas durante el proceso de enlatado.

SATISFACCIÓN
SATISFACCIÓN. IMAGEN: ©AUGUST DE RICHELIEU EN PEXELS

Ahora lamentablemente, como ya le había anticipado, debo irme al aeropuerto si no perderé mi vuelo.

—No se preocupe Sr. Conrad. Estoy seguro de que el Sr. Clarkson, me dará toda la información necesaria.

 —Trataré de no defraudarle. —comenta Robert que, justo termina de decir esta frase, empieza a sentir una insoportable comezón en el trasero… Sí, sí, justo en el ano.

Un lugar donde no resulta prudente rascarse teniendo delante a una persona que, según Peter, es bastante mojigata y se ofende con facilidad.

“Un picor ahí” —piensa totalmente aterrado Robert— “no puedo rascarme el culo. No vaya a pensar que estoy haciendo una grosería”.

Sacando fuerzas de flaqueza, Robert comienza a disertar sobre las características del proyecto que ha realizado para ella, rogando que este insoportable escozor desaparezca.

Lleno de desazón, señalando en la maqueta, le va diciendo: —Desde este lugar, los camiones descargan directamente en la cinta de la máquina las cajas de ananás.

—Estos robots —continúa— se ocuparán de separar las piñas de los embalajes. Los embalajes se irán hacia este lado de la máquina donde serán convertidos en pellets, que se podrán vender como tales. Mientras que las piñas, se dirigirán hacia el tren de elaborado, que como ve tiene varias salidas.

—En el primer paso —prosigue —la máquina les corta la corona y esta se desvía a este ramal izquierdo donde será procesada para convertirla en crema hidratante para la piel. Dicha crema se envasará y etiquetará. Acto seguido, se colocará en cajas de doce unidades que serán depositadas en estas estanterías, para su posterior distribución.

—En el segundo paso cientos de punzones palpadores se introducirán en la piel de la piña y, gracias a la inteligencia artificial, se detendrán justo al percibir la pulpa de la misma. —sigue explicándole— Posteriormente con el mapa electrónico trazado, unas cuchillas hipersensibles retirarán la piel, la cual será enviada por este lado a fin de convertirla en celulosa. Se enlatará y pondrá en cajas, situándolas en este otro bloque de estanterías, para su posterior venta.

—A continuación, por esta cinta transportadora, —sigue informando al boquiabierto Sr. Campbell— las piñas llegarán a las cuchillas que cortarán la parte interna al diámetro necesario y cortarán el corazón, para cortar después las rodajas. Todo el resto no útil de pulpa y el corazón se enviarán al proceso de licuación y envasado en tetrabriks. Serán embalados en cajas de 12 unidades. Éstas se guardarán en este grupo de estanterías para su posterior comercialización.

—Por último. en este último paso se cortarán y enlatarán las rodajas, que adecuadamente embaladas se depositarán en este otro grupo de estanterías. Con lo cual el aprovechamiento de la materia prima es del 100%.

El Sr. Campbell, impresionado por el índice de eficacia, solo acierta a preguntar: —¿Cuánto personal se requerirá para el control de la máquina?

—Para controlar la máquina, podría ser suficiente una sola persona, que la monitorizaría desde este cuadro de mando. Aunque sería bueno que dos personas más paseen por los distintos conductos, controlando in situ cualquier anomalía. Eso sí, precisará personal para cargar en camiones lo almacenado en cada estantería de almacenamiento.

Después de bastantes más preguntas y las correspondientes respuestas de Robert, el rostro del Sr. Campbell estaba exultante. Entonces efectuó la pregunta definitiva: —¿Cuánto costará cada máquina?

—Eso es cosa de Peter, bueno del Sr. Conrad, pero no creo que supere los 800.000 dólares.

—Me parece un precio razonable. Si está sobre este precio, en lugar de las 2 unidades que habíamos hablado con el Sr. Conrad destinadas a las dos nuevas plantas, añadiremos 15 más. De este modo renovaremos también la maquinaria de las fábricas que están en producción. Evidentemente las más urgentes serán las dos primeras, pero estoy seguro de que merecerá la pena cambiar todas las máquinas antiguas.

Después de despedirse educadamente, Robert llamó a la secretaria, para que acompañara al Sr. Campbell. Al cabo de unos instantes, cruzaban ya la puerta de la sala de reuniones dirigiéndose a la salida.

Justo en el instante en que abandonaron la sala, Robert, dio un pequeño salto de alegría… había conseguido vender 17 máquinas en lugar de las 2 previstas y encima por 100.000 dólares más cada una, de lo que habían acordado con Peter…

Se sintió orgulloso de sí mismo y con una enorme satisfacción por lo conseguido. Eso sí, no pudo evitar pensar que, sin lugar a dudas, la mayor satisfacción la había obtenido cuando, por fin, había podido rascarse el culo.

Por cierto, mientras seguía en actitud pensativa, sus dedos aún estaban rascando con fruición la zona antes mencionada…

Satisfacción – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés

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