El Regreso del Principito

RELATO CORTO «EL REGRESO DEL PRINCIPITO»

EL REGRESO DEL PRINCIPITO

El 8 de octubre de 2021, el beduino Akram, se dirigía, montado en su camello, a Al Yauf. Allí, en Saied Yasky Shope, compraría algunas cosas que necesitaba y regresaría a su Beit al-sha’ar, la tienda negra como la noche, que había construido con piel de cabra.

De pronto, una imagen insólita se formó en su retina, sacándole de inmediato de sus pensamientos. Un niño, un pequeño niño, con rizos dorados y ataviado de forma extraña, deambulaba solo por el Sahara.

Pensó que se trataba de un espejismo y se frotó los ojospara aclarar su visión… pero el pequeño seguía allí, cada vez más cerca de él.

Relato Corto "El Regreso del Principito"
Relato Corto «El Regreso del Principito» ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés.

Akram al estar al lado del chico, le preguntó: –¿Estás bien pequeño?

El niño, como tenía por costumbre, en lugar de responder, inquirió: –¿Conoces a mi amigo el aviador?

–¿Qué aviador? –pregunta el beduino desconcertado.

–He encontrado una carta, me parece que está escrita por él…

–¿Puedo verla?

–Me dijo que contaría mi historia y que él también aparecería. Yo sería el principito y él el aviador. A lo mejor es lo que pone aquí, pero no sé leerla. En mi asteroide, como estoy solo con mí rosa, no necesito saber leer…

Con suavidad Akram toma el papel amarillento de las manos del niño. Lo primero que lee es la fecha, 3 de enero de 1936… y a continuación la firma, Antoine de Saint-Exupéry. El contenido dice simplemente: “Si alguna persona visita ese lugar y se encuentra con un niño de cabello dorado que se niega a responder a lo que le preguntan, por favor, que me escriba lo más pronto posible. Recuerde, cuando lea esto, que sólo con el corazón se puede ver bien.”

Sonríe y piensa que el niño le está tomando el pelo… pero sigue sin entender lo que hace solo en Libia, justo en medio del desierto del Sahara

Entonces mira de nuevo al pequeño y se fija en sus raros atuendos, y recordando el libro que tantas veces había leído, se da cuenta que se corresponden a los dibujados por Sait-Exupéry en “El Principito”… Ya no sabe que es real y que no lo es…

Desconcertado, invoca la ayuda divina diciendo para sí mismo: “Alá, en tu enorme grandeza, si la historia del niño es falsa, házmelo saber…”

Después de un buen rato Alá, que tal vez debido a como estaba formulada la pregunta, pensó que no era necesario responder o quizás por qué en aquel momento estaba desayunando y no se había enterado, no había dicho nada. La cuestión es que el beduino dio por buena la historia del pequeño y decidió que debía comunicarse con algún pariente vivo del escritor.

–Mira muchacho –le dijo al Principito– ahora yo voy hacia Al Yauf, me llevo la carta y desde allí trataré de comunicarme con algún familiar de tu amigo el aviador para leérsela. Él murió sin hijos en 1944, después de haber publicado vuestra historia en abril de 1943. Aunque deberías venir conmigo. El desierto es muy inhóspito…

–¿Dónde puedo encontrar agua y comida por aquí? –pregunta el pequeño sin responder.

El beduino conocedor por el libro, de la testarudez del niño, sabe que aunque no le ha respondido, se querrá quedar a esperar, por si acaso llega el aviador.

Para que no tenga problemas hasta que él vuelva, le indica que justo detrás de la primera duna, encontrará el oasis Harat Zuwayyah…

El niño, sin mediar palabra, dirige sus pasos hacia la duna, mientras Akran se va hacia Al Yauf… Allí verá como conectar con algún familiar de Saint-Exupéry…

Al llegar a la población, se dirige a un locutorio para consultar en Internet posibles sucesores del escritor… pronto encuentra la “Fondation succession Antoine Saint-Exupéry”, cuyo director, llamado Olivier, aunque no tiene el mismo apellido, parece guardar algún parentesco.

Desde el mismo locutorio, llama al teléfono de la fundación y pregunta por el señor Olivier.

–Está en una reunión –responde una voz femenina.

–Es para comentarle un tema importante y urgente. Ha llegado a mis manos una carta de Antoine de Saint-Exupéry fechada el 3 de enero de 1936, que pienso que puede ser de gran interés para él. El problema es que no podré llamarle nuevamente…

Tras un instante de dubitación, la voz al otro lado de la línea comenta: –Voy a ver si puede ponerse.

Un instante después, la voz de un hombre le pregunta: –¿dice usted que tiene una carta de mi tío abuelo?

Akram, le lee el contenido de la carta y le cuenta la historia que le ha explicado el niño de cabello dorado, que dice ser “El Principito”.

Olivier, enmudece durante unos segundos, antes de conseguir articular algún sonido…

–Aunque mi abuela, la hermana de Antoine, me había contado que él, ante la familia, siempre sostuvo que la historia que contó en “El Principito” era cierta, la verdad es que me resulta imposible de creer. Pero tengo auténtico interés por la carta que dice poseer. ¿Cómo puedo hacerme con ella?

–Deberá venir a Libia para recogerla, concretamente en Al Yauf, pero debemos concretar una fecha exacta. Soy beduino y vivo en el desierto.

–Pero, estamos en plena pandemia…

–Lo sé, pero estoy seguro que podrá arreglarlo…

Poco después ambos hombre han quedado de acuerdo, para encontrarse frente a la mezquita de Omar ibn al-Khattab a las 12:00 del 11 de octubre, justo tres días después.

Akram, después de adquirir lo que había ido a comprar, regresa al desierto. Allí le explicará al niño lo acontecido y tratará de convencerle de que vaya con él a conocer al familiar del aviador.

El principito una vez enterado, le dice: –mientras has estado fuera, he hablado con la serpiente amarilla, para que una vez haya visto al aviador, me ayude de nuevo a volver a casa…

–Pero… el aviador no vendrá, te dije que murió hace ya setenta y siete años…

–Yo seguiré esperando aquí unos días. Si alguien quiere verme ha de ser aquí.

El beduino, no sabe cómo podrá convencer a Olivier para que se adentre en el desierto y vea al pequeño…

–El aviador me prometió que si nos veíamos de nuevo me dibujaría dos corderos más… Uno blanco y uno negro…

El tiempo, incluso en el desierto, pasa con rapidez y llega el momento de partir hacia Al Yauf para encontrarse con Olivier y aunque vuelve a pedirle al niño que le acompañe, finalmente, debe partir solo…

Al localizarle, Akram, le muestra la carta a Olivier… Éste al ver la letra palidece. Es la letra de su tío abuelo, no tiene la menor duda.

–Sí, la carta es de mi tío abuelo, pero la verdad es que lo del niño no me lo creo. Si fuera cierto lo habría traído ahora con usted.

–Es muy testarudo, piensa que el aviador puede aparecer en cualquier momento y no ha querido venir…

–Me suena muy extraño. Además, ¿cómo después de tantos años sigue siendo un niño…?

–Yo tampoco lo sé, pero ha logrado convencerme… Lo último que me dijo y lo hizo lleno de emotividad, es que su tío abuelo le prometió que si volvían a encontrase le dibujaría dos corderos. Uno blanco y otro negro…

La cara de Olivier palidece al tiempo que sus ojos y labios se abren con expresión de sorpresa…

–Eso no lo decía en el libro, pero según mi abuela, mi tío abuelo siempre insistía en ello. Le hizo prometer que si él faltaba y lo llegábamos a encontrar, le dibujáramos los corderitos que le prometió… Aún y así, el pequeño, tendrá que convencerme de que lo imposible puede existir, si lo ves con el corazón. ¡Vamos a ver al niño…!

Akram, que esta vez había traído un segundo camello, que era muy dócil y tranquilo, ayuda a montar a Olivier, que es presa del temor. A su vez sube él al suyo y ambos se dirigen al oasis Harat Zuwayyah, donde justo al lado encontrarán al Principito…

Cuándo llegan, solo verle, Olivier queda hechizado… El pequeño es idéntico a los dibujos de su, ya fallecido, familiar… Y solo acierta a decirle…

–Hola Principito, voy a dibujarte los corderitos que te prometió mi tío abuelo. Antes de morir, le pidió a mi abuela que, si alguno de nosotros te veía, te los dibujara…

–Seguro que no me gustarán. Solo él sabía cómo yo los quería…

–Déjame que lo pruebe –dice Olivier al tiempo que abre una carpeta y saca un papel y un lápiz y comienza a dibujar una preciosa caja envuelta para regalo y con una cinta terminada en un bello lazo y, cuando lo acaba, se lo da al principito…

–¡Es verdad…! Son exactamente como me lo prometió… Me dijo que sería un regalo… Solo él sabía que debía envolverlos así –dice el pequeño con los ojos humedecidos…

Durante un instante casi eterno, todos enmudecen, hasta que el pequeño vuelve a hablar…

–Cuando la serpiente amarilla me mordió la vez pasada, pensaba que iría a mi asteroide, pero me encontré en un lugar muy hermoso, lleno de luz y color donde no había nadie, solo un amable anciano.

–¡Esto no es mi casa! ¡La serpiente amarilla me ha engañado! –dije enfadado mirando al anciano, que me observaba con cara bondadosa…

–Te mintió, porqué para ti, tu casa era el asteroide. Aunque sin querer, en realidad, te dijo la verdad. Esta es tu verdadera casa, la de todos. Tu pequeño planeta, era tan solo tu morada provisional.

–Me dices que es la casa de todos, pero aquí no veo a nadie –protesté.

–Tardarás unos días en poder verles. Te has de acostumbrar a no ver con unos ojos que ya no posees. –replicó.

–Lo cierto es que a los pocos días ya era capaz de ver a los demás… que como me había dicho, eran muchísimos.

El muchacho toma aliento y prosigue: –entonces le pregunté si mi amigo el aviador también estaba allí…

–No, el aún no ha terminado su trabajo, tardará tiempo en llegar. Tranquilízate que no le va a pasar nada malo. Cuando llegue podrás verle. Pero no te impacientes, el tiempo aquí es diferente que en la Tierra –me respondió.

–¿Qué hiciste entonces? –pregunta Olivier, completamente extasiado por la historia…

–Cuando pasaron cuatro años, viendo que él no llegaba, le pedí al anciano que me dejara volver a la Tierra a buscarlo… Me respondió que si volvía, como el tiempo era distinto, ya no lo encontraría… pero como seguí insistiendo y me vio triste, –allí nadie lo está–, finalmente me devolvió aquí con mi cuerpo… Eso sí, me rogo que cuando estuviera convencido, que volviera lo antes posible. Por este motivo ya he quedado de acuerdo con la serpiente amarilla… justo cuando sepa lo ocurrido, regresaré con su ayuda…

–¿Cuándo crees que estarás convencido? –pregunta Akram, con verdadero interés…

–Ya lo estoy… Ahora os dejo y me voy con la serpiente –y mirando a Olivier añade–, ahora os diré a vosotros lo que le dije a tu tío abuelo. Podréis verme como si hubiera muerto, pero es porque mi cuerpo es demasiado pesado como para llevármelo conmigo. No me veáis partir, ya que podría perturbaros… cuando queráis saber de mí, solo tenéis que mirar a las estrellas y recordar mi risa, y así os parecerá que todas las estrellas ríen conmigo.

El principito se levanta y se va dónde le espera la serpiente amarilla, que de inmediato le muerde y su cuerpo cae sin hacer ruido, mientras que por un fugaz instante ve, transparente como en un espejismo, a la serpiente amarilla mordiendo al aviador y sabe, por fin, que el piloto estará en casa, esperando su llegada. Los dos hombres, con los ojos humedecidos, se abrazan  por un momento, con la tranquilidad de saber algo, que casi nadie sabe… ya que solo con el corazón puede verse lo invisible.

El Regreso del Principito Serie relatos cortos – Copyright © Montserrat Valls y Juan Genovés

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