RELATO CORTO PARAMNESIA
PARAMNESIA
Las compuertas de los compartimentos de hibernación, comenzaron a abrirse. El primero en abrir los ojos fue Jorge, el astronauta español que formaba parte de los 14 expedicionarios, en busca de un planeta habitable.
Se miró al espejo y, aunque sabía que sería así, se sorprendió. A pesar de que habían transcurrido 65 años desde que se cerraron las compuertas de aquel cubículo, no había envejecido, su pelo estaba igual.
Momentos después todos estaban en pie, solo faltaban unos 40.000 Km para llegar a su destino. Se trataba de un exoplaneta que casualmente se había descubierto en 2098 al que se denominó Orión 2098 y que se encontraba dentro de la Vía Láctea.
En 2100, decidieron enviar la expedición. A pesar de las malas condiciones en la que se encontraba la Tierra, los científicos pensaban que aún podía aguantar unos 200 años y que, por tanto, cuando ellos regresaran podrían evacuar a una gran parte de la población.
Pocas horas más tarde la nave se posaba sobre Orión 2098. Los instrumentos de la nave indicaron la existencia de radioactividad. Para poder evaluar las posibilidades reales de habitabilidad, decidieron que bajaran Jorge y Natalie. Lo harían con los trajes protectores y con oxígeno para unas doce horas.
Ambos abandonaron la nave usando la cámara estanca de seguridad. Cuando sus pies tocaron al suelo conectaron con sus compañeros.
—Ya estamos en el suelo. —comunicó Jorge —El contador Geiger marca radioactividad alta. A poca distancia de aquí se ve una zona urbanizada. Todo está en penumbras salvo un edificio iluminado. ¿Nos acercamos a ver que descubrimos?
—Sí. Adelante —respondió el comandante —Id con precaución y comunicarnos cualquier novedad. Veamos si la radioactividad está solo en la zona donde hemos estacionado la nave.
Jorge y Natalie tardaron un par de horas hasta llegar al edificio iluminado. La zona de edificios que habían cruzado hasta allí, a Natalie se le antojó parecida a Londres.
Desde el exterior del edificio, por sus amplios ventanales, escrutaron si detectaban algún movimiento en el interior. No se veía a nadie.
—El lugar parece desierto. —comunicó Jorge a la nave —vamos a entrar.
—De acuerdo. Id reportando cualquier novedad.
Poco después, ambos entraron en una espaciosa habitación. Justo al pisar el suelo, se iluminó una gran pantalla y comenzaron a ver la imagen de alguien, muy parecido a un ser humano que hablaba en una lengua inteligible para ellos.
Pusieron en marcha el computador-traductor, que en menos de un minuto detecto lo que podía ser la correcta traducción y empezó transmitírsela.
—“…Imaginamos que debéis ser vosotros ya de vuelta de la expedición —comenzó a traducir —como veréis nos equivocamos en nuestra apreciación del tiempo que quedaba aún por delante.
Seguro que os acordáis como empezó todo. Nuestro mundo geopolíticamente estaba repartido en dos grandes bloques. El oriental, cuyo liderazgo ostentaba Sodinu Sodatse a través de su presidente Eoj Nedib al que parecían haber sacado de un geriátrico. El occidental estaba liderado por Aisur cuyo presidente Rimidalv Nitup era un megalómano ansioso de poder.
Durante años este último había aprovechado cualquier situación para tratar de desestabilizar a la otra gran potencia, incluso apoyando movimientos extraños de activistas como Selrac Nomedgiup, que por azares de la vida habían alcanzado ciertas cuotas de poder en determinadas zonas. En este caso de un lugar llamado Aynulatac dentro de Añapse.
La pasividad o ineficacia o tal vez solo rigiéndose por intereses personales impidió que estas manipulaciones se detuvieran.
Lo único que se le ocurrió al bloque oriental es tratar de ponerle un grano en el culo a Nitup, tratando de convencer a una nación vecina de Aisur, concretamente Aniarcu, para que se uniera al sistema de defensa oriental OTMN. Su presidente, Rimodolov Yksenelez, un actor devenido político, se dejó engatusar por estos cantos de sirena.
La reacción de Nitup no se hizo esperar e invadió Aniarcu. Como respuesta, el mundo oriental les enviaba armamento para que pudieran defenderse.
Esta absurda situación fue enquistándose a lo largo de muchos años, hasta que a alguien se le ocurrió emplear un artefacto nuclear. Nunca se supo con certeza quien comenzó, pero lo cierto es que sobre 2060, la radiactividad había destruido una gran parte del planeta
Además de la enorme pérdida de vidas en las zonas contaminadas, también los lugares de cultivos se perdieron irremediablemente. Con lo cuál la alimentación de la población que subsistían en las zonas no contaminadas o de baja contaminación, quedó sometida a grandes dificultades.
Por eso en 2100, os enviamos de expedición al tercer planeta del sistema solar más cercano que parecía habitable… con la esperanza de poder trasladar allí nuestra población.
Si en este sentido la exploración ha sido un éxito, es una pena porque no servirá de nada. Si no lo ha sido tampoco. La radioactividad se extendió con mucha mayor rapidez que los 200 años que habíamos calculado. De hecho, ya en 2150 nuestro mundo, Arreit, dio sus últimos coletazos.
Me duele no poderos decir que os deseamos lo mejor, porque vuestra supervivencia se limitará, usando los trajes de protección, a menos de un año si tenéis la suerte de encontrar alimentos. Si no serán solo unos días… Gracias por haberlo intentado…”
Descorazonados ambos regresaron a la nave para notificar la situación y volver a la Tierra… A ver si había tiempo de hacer alguna otra cosa.
Ya en la nave, una vez digerida por toda la situación, decidieron emprender el viaje de vuelta…
Cuando las compuertas de los cubículos de hibernación comenzaron a cerrarse, Jorge entendió la paramnesia, esa sensación de haberlo ya vivido, que sintió al escuchar aquel discurso en la pantalla del edificio iluminado… Ese déjà vu que le había hecho sentir un escalofrío…
Un instante antes de que sus ojos se cerraran al entrar de lleno en el estado de hibernación, lo vio con claridad, Orión 2098, era un mundo espejo de la Tierra. Entonces sufrió una promnesia al presentir con certeza que, a su regreso a la Tierra, encontrarían solamente un mensaje similar al que había escuchado.
Paramnesia – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés