Pesadilla

RELATO CORTO PESADILLA

PESADILLA

Julio estaba verdaderamente cabreado. Al día siguiente tenía una reunión en Girona, que podía cambiar radicalmente sus ingresos. Y, precisamente cuando más necesita el coche, se estropea.

Acababa de dejarlo en el taller, esperando una solución milagrosa, que le permitiera disponer del coche antes de que cerraran, pero como todo el mundo sabe, los milagros no existen.

No solo no existen, si no que solo piensas en ellos cuando la vida te trae una putada en el momento más inoportuno y precisas soluciones.

La única solución viable que se le ocurría, era ir a Girona con el AVE. Si cogía el de las 8:10, llegaría a Girona a las 8:49. Estaba seguro de por mal que fueran las cosas llegaría antes de las 10:00. para entrevistarse con el CEO de “AI To Improve Your Life”.

Julio era consciente de que sus conocimientos para el desarrollo de Inteligencia Artificial, podían abrirle muchas puertas, pero la realidad es que lo único que durante varios años había logrado era trabajar como freelance y, aunque se ganaba bien la vida, trabajar por cuenta propia no le aportaba la seguridad que él deseaba.

PESADILLA - ©MONTSERRAT VALLS Y ©JUAN GENOVÉS. IMAGEN DE ©PEXELS
PESADILLA – ©MONTSERRAT VALLS Y ©JUAN GENOVÉS. IMAGEN DE ©PEXELS

Dándole vueltas a su mala suerte había salido del mecánico, a pie, en dirección a su casa. No estaba demasiado lejos.

Al llegar frente a la puerta, buscó la llave en su bolsillo y se dispuso abrir, al tiempo que trataba de calmarse para no transmitirle su mal humor a la esposa…

Poniendo la voz más risueña que pudo dijo: —¡Hola mi vida, ya estoy aquí!

Posiblemente no debía haberlo hecho demasiado bien, porqué esta respondió desde la cocina: —¿Qué sucede mi amor, te noto la voz triste?

Julio, sorprendido, se acercó a ella y le relató lo que había sucedido.

Su mujer, inmediatamente espetó: —¿Esto es todo el problema? Si es necesario puedes incluso coger un taxi. Por suerte podemos permitírnoslo.

El rostro de él, se iluminó. Noelia tenía razón. No había motivos para preocuparse y afirmó: —Es cierto. No sé lo que me ha pasado. Mañana iré con el AVE de las 8:10… Vamos a cenar y a ver si tenemos tiempo de algo más antes de dormir.

—¡Ja, ja, ja! Seguro que nos da tiempo Julio.

Poco rato después ambos retozaban bajo las sábanas. Gracias a ello, al menos en parte, Julio ya totalmente distendido junto a Noelia, se dejó arrullar por los brazos de Morfeo.

Julio observaba el reloj en la estación de Sants, que marcaba las 6:30h y no lograba comprender como había llegado tan pronto. Algo raro debía haber pasado, él había previsto llegar sobre las 7:30h.

Se dirigió a la taquilla y pidió un billete para el AVANT de las 8:10h, tenía tiempo de sobra antes de poder subir al tren. Poco después sintió necesidad de ir al lavabo. Preguntó a uno de los empleados de RENFE, donde estaban y éste le respondió, que los que había antes de entrar a las instalaciones de privadas de la empresa eran de pago.

—Bueno, pues iré a los de dentro —comentó con cierta sorna Julio.

—No creo que le dejen. No se puede entrar a las instalaciones hasta 1 hora antes de la salida.

Julio se mosqueó, pero no quiso entrar en matices con el empleado. Se dirigió a la entrada a las vías y mostró su billete. La persona que realizaba el control le dijo que no podía entrar hasta una hora antes de la salida.

Julio con voz de fingido cabreo le espetó: —Pues tendrá que traerme un orinal, porqué no estoy dispuesto a pagar 1€ para ir a mear habiendo pagado 17,40€ para ir a Girona. Esto supondría añadir más del 6% al precio del viaje.

El pobre empleado, durante un instante se quedó en fuera de juego y miró a Julio, que se esforzaba para no reír… soltó una leve carcajada y señalando con el dedo le dijo: —Están allí, pero por favor cuando acabe vuelva a salir y me avisa. Si trasciende podría costarme un disgusto.

Julio sonrió y le respondió —En poco rato estoy aquí de nuevo…

Poco después salió agradeciéndole al controlador de billetes la deferencia.

Paseó durante un rato por las tiendas que están en los pasillos de la estación, bastantes de ellas aún cerradas, pero tal como ya decían los romanos “tempus fugit” y casi sin darse cuenta estaba sentado en el coche 6 asiento 7C.

Después de 32 minutos de viaje, se encontraban ya muy cerca de Girona cuando un horrible estrépito, sin saber cómo, lo dejó atrapado entre un amasijo de hierros y maderas. Dolorido y sin poderse mover, vio como las llamas que consumían el habitáculo cada vez estaban más cerca…

Entonces, cuando mayor era su desesperación, un sonido molesto pero familiar sonó en sus oídos. Era el odioso despertador. Por suerte, todo había sido una pesadilla.

Tomó un tentempié y un café bien cargado, se afeitó, se ducho y rápidamente se vistió. Le dio un beso a su mujer que abrió los ojos para despedirle y rápidamente se dirigió hacia el Metro que le llevaría a Sants Estación.

Estaba ya llegando la entrada cuando de golpe sus pies se detuvieron. Un pensamiento posiblemente absurdo había cruzado su mente: “¿y si la pesadilla era en realidad una premonición?”

El corazón le latía desbocado luchando denodadamente con la razón que le decía lo contrario. Finalmente se impuso el corazón y decidió dejar la respuesta al azar. El taller mecánico donde reparaban su coche estaba cerca y aunque la hora oficial de abrir era a las 8:00, sabía que Paco el mecánico solía estar allí bastante antes.

Si estaba le pediría un vehículo de sustitución. Le conocían desde hacía años y si lo tenían seguro que se lo prestaban… Si estaba cerrado o no se lo podían dejar, iría con el tren.

Sonrió, era una buena solución. Llegó al taller y como había supuesto la persiana de entrada estaba a medio levantar. Se coló por debajo al tiempo que decía: —Paco, soy Julio, quería pedirte un favor.

—Pasa Julio, me estoy poniendo la ropa de trabajo. Enseguida estoy contigo.

Pocos minutos después apareció Paco, que sonriente le preguntó que necesitaba. Julio le expuso el problema. Paco frunció el ceño y con cara de disgusto le dijo: —¡Bufff! Lo siento, pero no me queda ninguno.

Julio puso cara de resignación y se iba a despedir para dirigirse al Metro. Entonces Paco abrió los ojos y sonriendo le dijo: —¡Oye Julio! Si no te importa, lo que se que te puedo prestar es nuestra furgoneta. Yo no la necesito hasta última hora de la tarde. Eso sí, no podrás pasar de 100Km/h.

—¿Es muy grande? Es que no estoy habituado a las furgonetas.

—¡No, que va! es una pickup de Nissan. Tiene el tamaño de un coche. Eso sí, la velocidad está limitada por ser para transporte.

—Pues si me la puedes prestar, me harás un favor enorme.

—Tendrás que esperar unos minutos, —dijo Paco mirando su reloj. —Entre cinco y diez minutos. La trae Fernando, mi socio, que ayer cuando cerramos, se la llevó para dejar unos repuestos en el otro taller que tenemos.

—No hay problema, me espero. —respondió Julio mirando el reloj. “No creo que tenga problemas de horario” pensó.

A los pocos minutos estaba conduciendo una furgoneta por las calles de Barcelona dirigiéndose hacia la autopista.

Como siempre suele suceder, se puso en marcha la ley de Murphy y la salida de Barcelona tenía un embotellamiento de mil pares de narices.

Cuando finalmente logró llegar a la autopista miró el reloj y vio que si no surgían más problemas llegaría a tiempo. Por inercia, miró el salpicadero del vehículo buscando el GPS para poner la dirección…

“Mierda”, pensó. “No hay GPS…” “calma Julio, tienes el Google Maps del móvil. No te vas a perder”. “Cuando pase por un área o un aparcamiento en la ruta, pararé para poner la dirección y ver dónde puedo colocar el móvil para poder ir viendo la ruta”.

Al tomar la salida Girona Nord, miró el reloj. Le iría muy justo. Posiblemente, dependiendo del estado del tráfico, llegaría unos minutos tarde.

Cuando la recepcionista le acompañaba al despacho del CEO, pasaban 7 minutos de las 10. Estaba llegando 7 minutos tarde. “Total por 7 minutos no pasa nada”, pensó, “además el 7 dicen que es un número que da suerte”.

Al llegar frente al Sr. Wilson, el CEO de “AI To Improve Your Life”, éste le miró cariacontecido y en voz baja, pero firme le dijo a Julio: —Sr. Casacuberta. No vamos a celebrar la entrevista. Aunque las referencias que tenemos de usted, desde el punto de vista de capacidades son inmejorables, tal como le anticipé por teléfono, de las cosas que más valoramos en nuestros empleados es el compromiso y si antes de empezar a trabajar con nosotros ya llega tarde, mejor que no empecemos nuestra relación.

Julio trató de explicarle lo acontecido, pero fue en vano. La postura del Sr. Wilson era inamovible.

Salió del despacho con un enorme sentimiento de fracaso. Había perdido una oportunidad de oro por una gilipollez; por una mierda de pesadilla.

Ya en casa, después de devolverle la furgoneta a Paco, Noelia trataba de quitarle fuego al tema e incluso bromeaba con ello, para intentar calmarle.

Después de un tiempo, cuando Julio había superado ya la frustración vivida, al sentarse para comer con su mujer, cosa extraña ya que nunca lo hacían, le dio por ver las noticias de la televisión. Puso el canal 324, justo en el momento en que aparecía un edificio totalmente calcinado y el locutor comentaba: “Esta mañana una enorme explosión ha calcinado la sede de AI To Improve Your Life. Todos los trabajadores han perecido. No se ha salvado nadie. Se baraja la hipótesis de un atentado terrorista. El departamento de policía científica de los mossos d’esquadra, está investigando”. Noelia y Julio, boquiabiertos y con la faz lívida, incrédulos, escuchaban la noticia… la pesadilla, le había salvado la vida.

Pesadilla – Serie Relatos Cortos – Copyright ©Montserrat Valls y ©Juan Genovés

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