RELATOS CORTOS – SURF
SURF
El sol, henchido de alegría, comenzó la andadura de aquel día de verano, repartiendo sin mesura, su calor estival.
Pasado poco rato, el aire comenzó a sentir el sofoco del calor agobiante y para aliviarlo le pidió a su hijo el viento de Levante, que soplara con fuerza para refrescarlo.
De pronto, el mar que hasta entonces estaba en absoluta calma, se enfureció al sentir las intensas ráfagas que Levante deslizaba sobre su superficie. Para acallar su rabia envió olas de más cuatro metros contra la arena. La cual, fuera de su lecho, formaba una playa que lo separaba de la tierra firma.
La arena, acostumbrada a los cambios de humor del mar, se dejaba mecer por las olas. Estas la azotaban sin piedad, amalgamándose con ellas para regresar, como el mar exigía, al plácido lecho marino.
Entretanto, en el puerto pesquero cercano, las barquitas de los viejos pescadores, estaban varadas sobre la arena, lejos del feroz rugido del mar.
Aquellos ancianos, sabían que no merecía la pena jugarse la vida. Con el mar embravecido, los moradores que ellos pescaban, nadaban en aguas más profundas y sus redes no podían atraparlos… Y en caso de pescar algún pez muy grande no podrían subirlo a las barquitas. Deberían remolcarlo atado a ellas, con lo cual los depredadores se lo comerían y llegarían al puerto arrastrando solo una enorme espina… como pasó en el “viejo y el mar”.
Cerca de allí, ajenos a todo, cuatro jóvenes contemplaban desde el acantilado, con sus tablas de surf bajo el brazo, como el mar golpeaba con brutalidad la maltrecha arena.
Uno de ellos, el más joven, tal vez por inexperiencia, quizás para demostrar una absurda valentía, o simplemente por inconsciencia dijo:
—Voy a cabalgar sobre esas olas…
—¡Estás loco! —respondieron los demás.
—Debo hacerlo… —respondió mientras sin atisbo de duda dirigía sus pasos hacia la playa.
Contra todo pronóstico, el joven había logrado lo suficiente de la orilla, para tratar de iniciar su arriesgada aventura.
Incomprensiblemente consiguió ponerse en pie sobre la tabla y se deslizó por el bestial tubo de una ola de más de cuatro metros.
A medida que la cresta de la ola, luchaba por reunirse nuevamente con su todo, los jóvenes que alarmados observaban su proeza, lo perdieron de vista, para no volver a verle reaparecer…
Absolutamente alarmados atinaron a llamar a emergencias marinas quienes, aunque les censuraron que no hubieran evitado la imprudencia de su amigo, salieron raudos hacia allí.
Había pasado media hora cuando llegaron y no se veía ni rastro del muchacho… iban a llamar al helicóptero para que diera una pasada sobre la zona, aunque no esperaban que siguiera con vida. De repente por encima de la altura de las olas que rompían sobre la arena, una enorme manga de mar propulsaba lejos de la orilla una tabla de surf.
Justo entonces vieron que el irresponsable joven, estaba aferrado a ella, con brazos, piernas y, posiblemente, dientes… eso sí, completamente desnudo. Ya sea por azar, por cachondeo o, tal vez, por magnanimidad, el mar el único tributo que se había cobrado era el bañador del aterrado muchacho… que inmóvil seguía aferrado a la tabla…
Cuando llegaron a rescatarle el chico no presentaba ni un rasguño, pero les costó Dios y ayuda conseguir separarlo de la tabla… Eso sí, al conseguirlo el joven solo atinó a decir:
—¡Tirad la tabla!
Surf – Serie relatos cortos – Copyright © Montserrat Valls y Juan Genovés